Si alguna vez has leído sobre la caída de una celebridad y has sentido una satisfacción secreta, entonces sabes cómo se siente schadenfreude. Una palabra alemana, de schaden, por daño, y alegría, schadenfreude (pronunciado SHA-den-froy-duh) describe cómo disfrutar de la difícil situación de los demás. ¿Eso te hace una mala persona? No, te hace humano. E incluso si no quiere admitirlo, su cara traicionará la verdad. En un estudio de septiembre de 2013 publicado en los Anales de la Academia de Ciencias de Nueva York, la neurocientífica cognitiva Carnegie Mellon Mina Cikara, Ph.D., investigó qué hace que las personas sean más propensas a ser el objetivo de schadenfreude. Pero sabiendo que sus sujetos podrían ser reticentes a confesar haber obtenido placer por el dolor de otra persona, intentaron medir la malicia biológicamente. Salpicaron las caras de los participantes con electrodos colocados estratégicamente para detectar la actividad muscular, un método llamado eletromiografía facial. Específicamente, los electrodos detectaron impulsos eléctricos en un músculo de la mejilla asociado con la sonrisa.

The Science of Awkwardness (Abril 2024).